1. CRISTO Y LOS APÓSTOLES.
En tiempo de Cristo, existía ciertamente entre los judíos una colección de Libros Sagrados del Antiguo Testamento, a la que se atribuía la máxima autoridad normativa.
Jesucristo y los apóstoles recibieron también esta colección de libros con suma reverencia y la aprobaron, considerándola como sagrada y normativa.
Esto se deduce de la manera de proceder de Cristo y de sus discípulos. Con frecuencia recurren al testimonio de las Sagradas Escrituras, considerándolas como palabra de Dios.
La colección de Libros Sagrados aceptada por Cristo contenía sin duda alguna todos los libros protocanónicos admitidos entonces por los judíos.
Entre éstos hay que incluir también siete libros protocanónicos (Rut, Esd-Neh, Est, Ecl, Cant, Abd, Nah) que no son citados en ningún lugar del Nuevo Testamento.
Cristo y los a apóstoles se conformaron en esto indudablemente a la opinión que era común entonces entre los judíos palestinenses.
Y si bien a veces son citados sin ir precedidos de la fórmula introductoria que indicaba el carácter divino del libro.
Esto no quiere decir que negasen ese carácter divino a los libros así citados.
Por lo que se refiere a los deuterocanónicos, es más difícil determinar si eran admitidos por Cristo y sus discípulos como canónicos.
Porque si bien los autores del Nuevo Testamento conocían los libros deuterocanónicos, sin embargo nunca los citan con la fórmula “está escrito”.
De aquí que no podamos concluir con absoluta certeza que los escritores neotestamentarios los consideraban como inspirados y canónicos.
No obstante, podemos demostrar de un modo indirecto que los apóstoles los consideraban como de origen divino.
En efecto, el texto sagrado usado por los apóstoles fue la versión de los Setenta, como se desprende del hecho de que de unas 350 citas del Antiguo Testamento que aparecen en el Nuevo, unas 300 concuerdan con el texto de los Setenta.
Esto demuestra que los apóstoles se servían del texto griego de los Setenta como del texto sagrado por excelencia. Lo cual indica que era aprobado por los mismos apóstoles, como afirma San Agustín.
Y, por consiguiente, admitían como canónicos e inspirados todos los libros en ella contenidos, incluso los deuterocanónicos, que formaban parte de dicha versión.
Como los apóstoles eran los custodios del depósito de la fe, cuya fuente es la Sagrada Escritura, si no hubieran considerado los libros deuterocanónicos como inspirados, tendrían obligación estricta de advertirlo a los fieles.
Tanto más cuanto que los deuterocanónicos estaban mezclados con los protocanónicos en la versión de los Setenta.
Ahora bien, en ningún documento antiguo encontramos la mínima huella de una tal advertencia.
Todo lo contrario, los testimonios antiguos afirman que la Iglesia recibió la colección completa de los libros del Antiguo Testamento de los apóstoles, como vamos a ver en seguida.
No se dan en el Nuevo Testamento citas explícitas de los libros deuterocanónicos. Pero se encuentran frecuentes alusiones que demuestran que los autores neotestamentarios conocían los deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Basten los siguientes ejemplos:
Eclo 5,13 - Sant 1,19
Eclo 24,17 (23) - Jn 15, 1
Eclo 24,25 - Mt 11,28s
Eclo 28,2 - Mt 6,14
Eclo 51,1 - Mt 11,25-27
Eclo 51,23s - Mt 11, 28s
2 Mac 6,18-7,42 - Heb 11,35
Sab 2,13.18-20 - Mt 27,43
Sab 3,8 - 1 Cor 6,2
Sab 5,18-21 - Ef 6,13-17
Sab 6,18 - Rom 13,9s
Sab 7,25 - Heb 1,3
Sab 12,12 - Rom 9,20
Sab 13-15 - Rom 1,19-32
Sab 17,1 - Rom 11,33
........
Bendiciones.....
En tiempo de Cristo, existía ciertamente entre los judíos una colección de Libros Sagrados del Antiguo Testamento, a la que se atribuía la máxima autoridad normativa.
Jesucristo y los apóstoles recibieron también esta colección de libros con suma reverencia y la aprobaron, considerándola como sagrada y normativa.
Esto se deduce de la manera de proceder de Cristo y de sus discípulos. Con frecuencia recurren al testimonio de las Sagradas Escrituras, considerándolas como palabra de Dios.
La colección de Libros Sagrados aceptada por Cristo contenía sin duda alguna todos los libros protocanónicos admitidos entonces por los judíos.
Entre éstos hay que incluir también siete libros protocanónicos (Rut, Esd-Neh, Est, Ecl, Cant, Abd, Nah) que no son citados en ningún lugar del Nuevo Testamento.
Cristo y los a apóstoles se conformaron en esto indudablemente a la opinión que era común entonces entre los judíos palestinenses.
Y si bien a veces son citados sin ir precedidos de la fórmula introductoria que indicaba el carácter divino del libro.
Esto no quiere decir que negasen ese carácter divino a los libros así citados.
Por lo que se refiere a los deuterocanónicos, es más difícil determinar si eran admitidos por Cristo y sus discípulos como canónicos.
Porque si bien los autores del Nuevo Testamento conocían los libros deuterocanónicos, sin embargo nunca los citan con la fórmula “está escrito”.
De aquí que no podamos concluir con absoluta certeza que los escritores neotestamentarios los consideraban como inspirados y canónicos.
No obstante, podemos demostrar de un modo indirecto que los apóstoles los consideraban como de origen divino.
En efecto, el texto sagrado usado por los apóstoles fue la versión de los Setenta, como se desprende del hecho de que de unas 350 citas del Antiguo Testamento que aparecen en el Nuevo, unas 300 concuerdan con el texto de los Setenta.
Esto demuestra que los apóstoles se servían del texto griego de los Setenta como del texto sagrado por excelencia. Lo cual indica que era aprobado por los mismos apóstoles, como afirma San Agustín.
Y, por consiguiente, admitían como canónicos e inspirados todos los libros en ella contenidos, incluso los deuterocanónicos, que formaban parte de dicha versión.
Como los apóstoles eran los custodios del depósito de la fe, cuya fuente es la Sagrada Escritura, si no hubieran considerado los libros deuterocanónicos como inspirados, tendrían obligación estricta de advertirlo a los fieles.
Tanto más cuanto que los deuterocanónicos estaban mezclados con los protocanónicos en la versión de los Setenta.
Ahora bien, en ningún documento antiguo encontramos la mínima huella de una tal advertencia.
Todo lo contrario, los testimonios antiguos afirman que la Iglesia recibió la colección completa de los libros del Antiguo Testamento de los apóstoles, como vamos a ver en seguida.
No se dan en el Nuevo Testamento citas explícitas de los libros deuterocanónicos. Pero se encuentran frecuentes alusiones que demuestran que los autores neotestamentarios conocían los deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Basten los siguientes ejemplos:
Eclo 5,13 - Sant 1,19
Eclo 24,17 (23) - Jn 15, 1
Eclo 24,25 - Mt 11,28s
Eclo 28,2 - Mt 6,14
Eclo 51,1 - Mt 11,25-27
Eclo 51,23s - Mt 11, 28s
2 Mac 6,18-7,42 - Heb 11,35
Sab 2,13.18-20 - Mt 27,43
Sab 3,8 - 1 Cor 6,2
Sab 5,18-21 - Ef 6,13-17
Sab 6,18 - Rom 13,9s
Sab 7,25 - Heb 1,3
Sab 12,12 - Rom 9,20
Sab 13-15 - Rom 1,19-32
Sab 17,1 - Rom 11,33
........
Bendiciones.....
0 comments:
Publicar un comentario